Siento un cosquilleo acalambrando mi cuerpo, un hormigueo que carcome
hasta mis huesos. Percibo su presencia, su sonrisa se dibuja como una
sombra que comienza a cubrir mis ojos. El olor a pútrido de un embrujo
que empieza a surtir efecto invade mi olfato. Su hechizo emborracha mis
células, vivas y muertas. Y ella me observa, contempla cada una de mis
partes, su mirada penetra en mi torso desnudo y enfría mi alma. Su
rostro oscuro se refleja en mi almohada y sonríe lujuriosa.
La refulgencia amarillenta, de los espectros que la acompañan, irradia
en mi piel, entumeciendo mis manos y mis pies, hipnotizando cada
recoveco de mi ser.
Deseo escapar de mi lecho, pero estoy atrapada por ella, que no se despega, que se adueña de mi existencia.
Recuerdos se proyectan en mi mente y confundo el delirio con la
realidad. Los fantasmas me acechan y cómplices de esta tortura, se unen a
ella. El final tarda en llegar y yo no sé aún como huir de su silueta.
La lentitud de su partida o la mía, dilata esta escena, yo absorta y
ella a punto de ganar esta pelea. Advierto su cercanía y su indiferencia
ante mi resistencia. Como segura de su gloria, festejando antes de
tiempo su victoria. Su nebulosa me cubre, me envuelve, me embauca. Su
opacidad me aterra y su aliento a óbito enmudece mis palabras.
Antes de que logre capturarme completamente, naufrago en mis
adentros y es entonces cuando huyo por un instante de ella.
Cierro mis ojos para ver mi esencia, quizás por última vez y te
descubro aferrado a mi alma. Cierro mis ojos y te veo, iluminando mi
ser, consolando mis penas, acariciando mis entrañas. Estas allí
abrazando mi espíritu, aliviando mis males. Cierro mis ojos y te siento
palpitando en mi corazón, burbujeando en mi sangre. Cierro los ojos y
entiendo que eres parte de mí. Cierro los ojos y vuelo, sueño y te veo,
alejando mis miedos, perfumando mis rincones, espoleando mis emociones.
Cierro los ojos y escucho tu voz, susurrándome que me esperas, que no
tema.
No quiero alejarme, pero mis párpados se abren y te pierdo, me
despierto o me duermo, no entiendo. Reaparecen mis temores y ella sigue
allí, feliz porque lo está consiguiendo.
Noche fría, pero más fría es ella, que no se aleja, que no me deja, que me intimida con su apariencia.
Me pregunto qué hace aquí sentada en mi cama, inmovilizándome con su
ojeada, respirando el silencio que entra por la ventana. Me pregunto qué
quiere de mí, intuyo busca asustarme, paralizarme y aunque me resisto,
estoy poseída por ella, por sus tinieblas. Me pregunto si acaso me
desea. no comprendo aún porqué me tiene prisionera, porqué sonríe ante
mi flaqueza. Disfruta la proximidad de su triunfo, mientras lentamente
se adormecen mis músculos.
Te busco en mis alucinaciones, pero no estás. Te necesito a mi lado
para que consigas ahuyentarla, para que me protejas de sus garras. Pero
sé que tampoco tú has podido con ella.
Intento cerrar mis ojos para volver a encontrarte amor y que vengas a
rescatarme o al menos consigas calmarme. Pero no puedo, con los ojos
abiertos no te veo. Es ahora cuando yo me voy tomada de su mano,
arrastrando mi vida, que se apaga, que desaparece, que desfallece. En el
mismo momento tu resplandor aparece, te veo, allí estás. Tu luz me
abraza. Ha llegado la hora amor. La paz escolta nuestro reencuentro.
1 comentario:
Increible interpretación de esta obra maestra de la pintura contemporánea. Slds. S.O.
Publicar un comentario