La niña de mirada silenciosa, desesperada, busca su alma. Un niño se la ha arrojado al agua, como si aquella sombra
blanca no valiera nada. Se sienta en el muelle, junto a su muñeca
de tela, a contemplar el arrebol sobre el cielo
y el naufragio de sus besos. Pensando cómo recuperar
su alma, remueve con sus pies etéreos los pliegues de la linfa azulada; a lo mejor
está allí, acurrucada en la orilla o enredada entre las algas.
Es la música del alma en una sinfonía de frases sopranas. Es el arpegio de letras en un pentagrama imaginario, tarareando una canción en cada párrafo. Es una simple sinestesia donde los sentidos se mezclan y la prosa nos susurra una melodía singular, invitándonos a explorar un más allá... donde otra dimensión nos espera...
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